Cuando una persona es titiritera, indudablemente tiene un don especial para dar vida, a través de su persona, a esos muñecos que cobran sentimientos y palabras para contactarse con otras personas y hacerles tanto bien. Cuando una persona es titiritera tiene...
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Cuando una persona es titiritera, indudablemente tiene un don especial para dar vida, a través de su persona, a esos muñecos que cobran sentimientos y palabras para contactarse con otras personas y hacerles tanto bien. Cuando una persona es titiritera tiene una luz y una fuerza, un sentir y un actuar, que escapan a las cosas comunes que suceden en la vida. Cuando esto se desarrolla con los niños, quienes vuelcan en los títeres su ternura, su amor, sus angustias, sus risas y sus llantos, cobra aun un valor muchísimo mayor. Este valor se acrecienta hasta lo inimaginable cuando esa titiritera recorre con sus títeres los espacios en los cuales el amor y el dolor se unen en una realidad conmovedora, injusta, plena de una tristeza aguda, que necesita de personas y personajes que al menos la alivien por algunos momentos desde la ternura, los abrazos sostenidos y las sonrisas que intentan transmitir esperanza; niños con enfermedades terminales, con enfermedades crónicas graves, niños abusados,
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