Un día de clase en Puerto Moral. La clase, hasta entonces tranquila, se convirtió en un auténtico jolgorio. Las gafas de David terminaron chocando contra el suelo, mientras Candela se secaba las lágrimas con las manos. No estaba claro si lloraba de risa o...
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Un día de clase en Puerto Moral. La clase, hasta entonces tranquila, se convirtió en un auténtico jolgorio. Las gafas de David terminaron chocando contra el suelo, mientras Candela se secaba las lágrimas con las manos. No estaba claro si lloraba de risa o de tos o de ambas cosas al mismo tiempo. El maestro Diego extrajo un pañuelo del bolsillo y se secó la frente. En el otro extremo de la clase, Irene levantó la mano. Irene tenía el pelo negro, los ojos marrones y una barbilla perfecta. Ella sabía que era, con mucho, la niña más ordenada de la clase. También era famosa por ser capaz de decir a los profesores exactamente todo aquello que los alumnos pensaban, pero que nunca decían. ‐A lo mejor aprenderíamos más si, en lugar de hablar del camello, hablásemos de un animal más conocido para nosotros—se interrumpió un poco, y continuó en un tono muy digno‐. Creo que sería adecuado que hablásemos del cochico, cerdo, marrano o como queramos llamarlo. ‐¡Eso! ¡Eso!—gritó Pablo, desde cuatro pu
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