El reloj y el tiempo
Ahí estás, sobreviviendo a mi ignorancia,
rostro albino, cabello hirsuto, mudo en esa pared,
cabalgando, trotando, caminando mis ojos,
vigilando con rigurosos pasos
los absurdos límites de mi vida,
dilatando insensiblemente mis penas...
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El reloj y el tiempo
Ahí estás, sobreviviendo a mi ignorancia,
rostro albino, cabello hirsuto, mudo en esa pared,
cabalgando, trotando, caminando mis ojos,
vigilando con rigurosos pasos
los absurdos límites de mi vida,
dilatando insensiblemente mis penas
acelerando mis alegrías,
atropellando sentimientos, nombres,
devorando mis compañías.
De noche eres luna, y sol de día,
emerges de mi desprecio como una cadena
cíclica, perversa, aburrida.
Ahí te encuentras, malvado disco, candil moneda,
como una agonía, como una herencia;
macabro fetiche, acumulando historia,
amontonando el sinsentido de tus vueltas,
pervirtiendo, acaso, la línea, exacerbando tu centro,
convirtiendo todo en viento.
Ahí te encuentras, trepando el muro, robando el tiempo,
matando a mi casa como un parásito,
cifrando en letanía el silencio,
acuñando mi vida en tus movimientos.
¿De dónde procede el inapelable mandamiento
por el que recorres con pasos simétricos
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