Una Carta a Dios
por Gregorio López y Fuentes
I.
La casa —única en todo el valle— estaba en lo alto de un cerro bajo.
Desde allí se veían
el río y, junto al corral, el campo de maíz maduro con las flores del frijol que siempre
prometían una buena...
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Una Carta a Dios
por Gregorio López y Fuentes
I.
La casa —única en todo el valle— estaba en lo alto de un cerro bajo.
Desde allí se veían
el río y, junto al corral, el campo de maíz maduro con las flores del frijol que siempre
prometían una buena cosecha.
Lo único que necesitaba la tierra era una lluvia, o a lo menos un fuerte aguacero.
Durante la mañana, Lencho —que conocía muy bien el campo— no había hecho más
que examinar el cielo hacia el noreste.
—Ahora sí que viene el agua, vieja.
Y la vieja, que preparaba la comida, le respondió:
—Dios lo quiera.
Los muchachos más grandes trabajaban en el campo, mientras que los más pequeños
jugaban cerca de la casa, hasta que la mujer les gritó a todos:
—Vengan a comer.
.
.
Fue durante la comida cuando, como lo había dicho Lencho, comenzaron a caer grandes
gotas de lluvia.
Por el noreste se veía avanzar grandes montañas de nubes.
El aire estaba
fresco y dulce.
El hombre salió a buscar algo en el corral solamente para darse el gusto
d
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