El eclipse
Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría
salvarlo.
La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y
definitiva.
Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a...
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El eclipse
Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría
salvarlo.
La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y
definitiva.
Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar
la muerte.
Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el
pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los
Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia
para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro
impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a
Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores,
de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas
nativas.
Intentó algo.
Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por dign
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