EL CUENTO DE SELENE
Selene se acercó a sus hijos y les brindó un sonoro beso en la mejilla.
Llegaba el
momento en el que la casa se quedaba en silencio y los juegos daban paso a los sueños y
a la tranquilidad.
Apagó la luz después de acomodar a sus...
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EL CUENTO DE SELENE
Selene se acercó a sus hijos y les brindó un sonoro beso en la mejilla.
Llegaba el
momento en el que la casa se quedaba en silencio y los juegos daban paso a los sueños y
a la tranquilidad.
Apagó la luz después de acomodar a sus dos chiquillos entre multitud
de muñecos de trapo y un cobertor creado a partir de retales de viejas mantas.
Caminó
sonriente a lo largo del pasillo, cogiendo el lápiz situado en su oreja y llevándoselo a los
labios.
Finalmente pasó a una habitación que se iluminó instantáneamente al entrar.
La
puerta se cerró y ella, como cada noche susurró “Buenas noches mis pequeños, ahora es
momento de trabajar”.
En el cuarto sólo había un ventanal al que cubría una roída cortina, la humedad de
las paredes formaban deformes figuras cuyos bordes habían sido repintados en esas
horas largas de creatividad.
Selene se sentó en una sillita que apenas soportaba su
cuerpo de adulto, abrió el cuaderno y comenzó a escribir sobre la mesa d
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