La liebre desconocida
La liebre vio su imagen reflejada en el charco y comenzó a lamentarse.
-¡Qué figura tan espantosa! Y justo a mí me tuvo que tocar este aspecto.
Los
poderosos dioses que ordenaron el mundo dieron formas atractivas a todos los
animales...
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La liebre desconocida
La liebre vio su imagen reflejada en el charco y comenzó a lamentarse.
-¡Qué figura tan espantosa! Y justo a mí me tuvo que tocar este aspecto.
Los
poderosos dioses que ordenaron el mundo dieron formas atractivas a todos los
animales y a mí, justo a mí, me dejaron este disfraz horroroso.
Es injusto.
Protesto contra este tratamiento.
Estas orejas, por ejemplo, no merecen tal
nombre.
Las del elefante: ésas sí son orejas.
¡Quiero tener orejas como las del
elefante!
No había terminado de gritar su demanda, cuando un trueno la aturdió
instantáneamente.
Al reaccionar, notó que la cabeza le pesaba.
Vio, con
asombro y orgullo, que tenía las orejas de elefante.
No le molestó el esfuerzo
que tenía que hacer para desplazarse.
Se sentía alegre, hasta que vio una
jirafa a lo lejos.
-Ese sí que es un magnífico cuello.
Yo no tengo.
Mi cabeza está pegada
directamente al cuerpo.
¡Qué bien me vendría un cuello como ése ahora que
tengo estas buenas orejas! Es injusto
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