En la oscura noche de la arcana fiesta de la Ascensión, dos criaturas se buscaban
en las sombras del Bosque Quemado.
Los dos armados.
Los dos alerta.
Acechándose el
uno al otro.
Buscándose.
Ambos con la misma intención.
No ser la presa.
El...
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En la oscura noche de la arcana fiesta de la Ascensión, dos criaturas se buscaban
en las sombras del Bosque Quemado.
Los dos armados.
Los dos alerta.
Acechándose el
uno al otro.
Buscándose.
Ambos con la misma intención.
No ser la presa.
El Bosque Quemado hacia honor a su nombre.
El suelo parecía ceniza, no había
plantas en el y los árboles eran de corteza negra, como calcinada.
El único verde
visible era, según la especie, el de las minúsculas hojas de los árboles o el de
las largas y afiladas espinas.
Pero era un verde apagado, oscuro, que no aliviaba
la atmósfera de muerte que se respiraba en el lugar.
La culpa era de los dragones que vivían en la montaña que dominaba el bosque.
A
pesar de que aquellas criaturas eran cada vez menos, seguían luchando entre ellas.
El resultado era aquel bosque adaptado perfectamente al fuego.
Un crujido hizo que la muchacha se girara con el arco preparado.
Una muchacha maestra del arco vestida con plumas parda
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