El sauce llorón
Era un árbol precioso.
"El sauce alegre", lo llamaban todos.
Había elegido un sitio
fenomenal.
Allí, al borde del río, lejos del polvo de los caminos, gozaría de
soledad, de paz relajante, ¡y de humedad! Y luego, la música...
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El sauce llorón
Era un árbol precioso.
"El sauce alegre", lo llamaban todos.
Había elegido un sitio
fenomenal.
Allí, al borde del río, lejos del polvo de los caminos, gozaría de
soledad, de paz relajante, ¡y de humedad! Y luego, la música cadenciosa del
agua que se deslizaba, el trino de los pájaros.
.
.
Delicioso, todo delicioso.
No podía desear nada más ni nada mejor.
Además, él, tan elegante, encontró un
espejo fantástico.
¡Qué placer!
Nunca pasó por la mente del sauce la más mínima sombra de envidia.
Ni siquiera
sabía de la existencia de otros árboles.
Total, no necesitaba nada de nadie.
.
.
Por
su mente no pasó tampoco la más mínima nube de tristeza.
Siempre estaba
verde y lozano.
¡Qué más quería! En otoño dejaba caer las hojas para disfrutar
viéndolas como barcos que surcan seguros el mar.
"Ojalá –pensaba– las ranas
supieran aprovechar este medio de transporte que les envío gratis.
“Agradecido me tiene que estar el mundo".
Así pasó
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